Durante casi cuatro décadas, las últimas del siglo XX, la Venta del Molinillo (aldea de Huétor Santillán, provincia de Granada) se convirtió en un lugar de peregrinación de miles de personas de toda España.
Venían en busca de ayuda de un hombre para curar sus males o reducir sus miedos. Unos lo llamaban maestro, algunos santo, pero la mayoría le conocían como Manuel o Manolico, el Curandero del Molinillo. Se llamaba Manuel Rubio Sánchez y se pasó casi toda su vida metido en una choza en este apartado lugar de la Sierra de Huétor Santillán, a medio camino entre las ciudades de Granada y Guadix.
El Santo del Molinillo
Un grupo de amigos y seguidores de Manuel Rubio Sánchez estamos preparando un monumento a su memoria. El Pleno del Ayuntamiento de Huétor Santillan ya ha autorizado su colocación en sesión de 6 de julio de 2012. Necesitamos colaboración para pagar el conjunto escultórico.
Puedes mostrale tu agradecimiento colaborando en la medida de tus posibilidades y efectuar tu aportación, exclusivamente, en la siguiente cuenta:
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Puntos de Venta y Web
INTRODUCCIÓN
Durante casi cuatro décadas, las últimas del siglo XX, la Venta del Molinillo (aldea de Huétor Santillán, provincia de Granada) se convirtió en un lugar de peregrinación de miles de personas de toda España en busca de ayuda de un hombre para curar sus males o reducir sus miedos. Unos lo llamaban maestro, algunos santo, pero la mayoría le conocían como Manuel o Manolico, el Curandero del Molinillo. Se llamaba Manuel Rubio Sánchez y se pasó casi toda su vida metido en una choza en este apartado lugar de la Sierra de Huétor Santillán, a medio camino entre las ciudades de Granada y Guadix.
De los 63 años que vivió (1937-2001), dos terceras partes estuvo en aquella pobre choza recibiendo a infinidad de personas que buscaban en él un hilo de esperanza para curar sus enfermedades, hallar solución a graves problemas familiares, consejos para negocios, etc. Manuel Rubio atendió día y noche a quienes acudieron en busca de remedio a sus males o soluciones a sus problemas; y siempre lo hizo sin cobrar nada a cambio de sus servicios. No obstante, aceptó como regalos infinidad de aparatos, leña, comida, animales, camiones y coches, que todavía hoy, once años después de su muerte, siguen a su nombre y formando parte de su colección.
Los miles de pacientes que hacían largas colas a la puerta de su choza del Molinillo eran atendidos por un numeroso grupo de personas de confianza que rodearon a Manuel Rubio Sánchez a lo largo de su encierro voluntario de más de tres décadas. Varias de esas personas que formaron su círculo más íntimo de colaboradores son las encargadas hoy de mantener viva su memoria y cuidar de la tumba que encargó para descansar eternamente en el cementerio de Huétor Santillán; su mausoleo es visitado a diario por decenas de personas que mantienen adornado el recinto con ramos de flores blancas y frescas.
Los miles de amigos, agradecidos por sus favores y seguidores están promoviendo una serie de actuaciones tendentes a mantener viva su memoria. Una de las iniciativas es esta modesta biografía vital, cuyo único fin es que se conozca con exactitud y de primera mano a Manuel Rubio Sánchez como ser excepcional que estuvo dotado de unas cualidades difíciles de explicar y comprender, pero que se tradujeron en consejos muy beneficiosos para quienes creyeron en él. Manolico procuró ayudar con sus orientaciones, recetas y recomendaciones, poniendo la decisión final en manos del Ser Supremo: su frase más repetida fue “A DIOS QUERER”, con la que quería expresar que él proponía remedios y Dios dispondría soluciones.
Este pequeño libro es la biografía contada por las personas que permanecieron al lado de Manuel Rubio durante casi toda su vida, renunciando a buena parte de las suyas. Otras interpretaciones, leyendas y exageraciones corren por cuenta o responsabilidad de quienes las cuentan. Hemos prescindido en esta biografía vital de incluir miles de testimonios personales sobre los resultados de las consultas; éstas quedan para que cada uno las lleve en su interior. Lo que aquí se recoge es la visión de unas cuantas personas que vivieron mucho tiempo con Manolico; respetamos las versiones que seguro tendrán otros muchos amigos y pacientes del Curandero del Molinillo.
NACIMIENTO Y NIÑEZ
Manuel Rubio Sánchez nació el 7 de junio de 1937 en lo más profundo de la Sierra de Huétor Santillán (hoy Parque Natural), en El Cortijillo (1.311 metros de altitud), situado en el valle alto del Río Fardes, a unos dos kilómetros de la Venta del Molinillo y otro tanto de la alquería de La Ermita, la casa central de una enorme finca del mismo nombre.
El lugar estuvo situado en plena línea de frente de la pasada guerra civil (1936-39), dentro de la demarcación de zona Republicana con capital en Baza, mientras que a escasos diez kilómetros hacia el suroeste se hallaba la zona Nacional (el conocido frente de Víznar, donde fue asesinado Federico García Lorca).
Era hijo de Manuel Rubio Ruiz, natural de la zona, y de Isabel Sánchez García, nacida en Baza. Sus abuelos paternos fueron Francisco Rubio Jiménez y Manuela Ruiz, también serranos de Huétor. Sus abuelos maternos fueron Andrés Sánchez Martín y Ana García Rubio, de Baza.
Esta zona de la sierra ha estado formada históricamente por grandes fincas en poder de terratenientes absentistas, que dejaban en manos de mayordomos y encargados la administración de sus fincas. Desde época musulmana ha estado habitada esta sierra, incluso antes, pues han aparecido tumbas correspondientes al periodo argárico. El hombre se ha acercado a los valles cultivables, que son pocos, y a las muchas fuentes de agua que nacen por aquí, la principal el río Fardes. En el padrón de 1883 figuran inscritos en los cortijos de esta zona de la Sierra de Huétor nada menos que 309 almas, distribuidas en 38 alquerías y cortijos. El núcleo más importante de la zona alta era Prado Negro, con 81 censados; el de la zona baja era el situado junto a la carretera nacional, es decir, El Molinillo[1], que sumaba 71 personas. En el Collado del Agua, por encima de los 1.500 metros de altitud, vivían nada menos que 18 personas. Hoy, entre todos los empadronados en la Sierra no suman ni 40 habitantes, aunque en verano se rozan los tres centenares.
En la primera mitad del siglo XX había más de una treintena de cortijadas habitadas, con una población importante dentro del término municipal de Huétor Santillán; los serranos suponían casi el 20% de la población del municipio[2]. Se dedicaban a la agricultura y ganadería, así como a la saca de leña y madera e incluso, en un periodo de finales del siglo XIX, a la minería artesanal de plata y canteras de piedra. La inmensa mayoría de los habitantes de estas cortijadas permanecían como empleados en las tierras propiedad de grandes terratenientes de la aristocracia hispano-francesa.
En ese ambiente socioeconómico de la Dictadura de Primo de Rivera fue en el que se conocieron Manuel e Isabel, los padres de Manuel Rubio Sánchez. Él estaba empleado de porquero en la hacienda de La Ermita, por aquellos años propiedad de Felipe Alba Romero, familiar muy cercano de Manuel Sola Rodríguez-Bolívar, por entonces presidente de la Diputación nada más acabar la guerra civil y posterior alcalde de Granada[3].
[1] Este lugar era antiguamente una parada de postas, con tres ventas para descansar. También estaba aquí la casa de peones camineros de este trayecto de carretera.
[2] Huétor Santillán posee un término muy extenso: el 65% del Parque Natural está en su demarcación. El municipio lo constituyen los núcleos de Huétor, Prado Negro y El Molinillo-Correa. Tiene una población de derecho de 2.018 habitantes, aunque de hecho rebasa los 2.680, especialmente en verano en que su población se dispara.
[3] Manuel Sola Rodríguez-Bolívar (1912-1982).Presidente de la Diputación Provincial entre 1940 y 1941. Alcalde de Granada de 1953 a 1968. Director General de Administración Local a partir de 1968. Acabó su vida política como procurador en Cortes en la recta final del franquismo.